La necrópolis del Castillo es la mayor de España con 566 enterramientos. Su cronología abarca desde el siglo XI (tumbas de lajas con orejeras) hasta mediados del siglo XIII (por la estela con cruz procesional).
Son tumbas bien trabajadas, de gran tamaño y grosor en las coberturas y lajas. Son individuales, sin agrupación familiar; orientadas de oeste (cabeza) a este (pies).
Los cadáveres debían enterrarse envueltos en un sudario, mas no se han encontrado restos de tejidos ni enseres, a excepción de una lamparilla de aceite, que pudo ser olvidada en el interior de una tumba. Aunque en general han sufrido bastante por el paso del tiempo y la acción humana, son numerosas las intactas, con cubierta, restos oseos y estela.

Tan valiosas como los enterramientos son las 112 estelas funerarias encontradas.
Aunque es posible que todas las tumbas tuviesen su estela, sólo son doce las halladas "in situ"; otras muchas fueron las encontradas que no pueden asignarse con seguridad a ninguna sepultura. En algunas se aprecia una cazoletilla grabada en la parte superior a modo de recipiente para líquidos, tal vez para agua bendita. Muchas llevan grabado el signo de la cruz, y en ocasiones algún otro símbolo. Otras presentan letreros e inscripciones que no han podido ser descifrados y que los expertos consideran romanotardíos, aunque no se debe descartar la posible presencia de signos celtíberos. Sorprende que ninguna de las estelas con letreros lleven el signo de la cruz.

En esta necrópolis, han aparecido unos 59 esqueletos más o menos completos, además de infinidad de restos sueltos tanto dentro como fuera de las tumbas. La posición más frecuente de los esqueletos es la horizontal, con el craneo reclinado hacia la izquierda (norte), el brazo izquierdo doblado con la mano sobre el pecho y el derecho estirado. Postura peculiar, a la que no se ha sabido dar explicación, es la de cinco esqueletos infantiles encontrados boca abajo.