«El 11 de mayo de 1975 una patrulla de Tropas Nómadas del Ejército Español en el Sahara, formada por nacionales y nativos, se detuvo a comer. Hacía un viento fuerte -soplaba el siroco- y los oficiales decidieron que se dejase el armamento en los Land-Rover para protegerlo de la arena (...) Para comer se hicieron grupos, como siempre, y a media comida sonaron unos disparos hechos al aire y la patrulla en general pensó, en principio, que se trataba de algo sin importancia. Al advertir el grupo español que alguna cosa extraña estaba ocurriendo, intentaron dirigirse a por las armas, pero un grupo de soldados saharauis capitaneados por el cabo Bachir Uld Mohamed Nafta Uldisi abrió fuego para dominar la situación. Ángel Moral había conseguido llegar a uno de los coches y tomar su arma. Disparó, pero fueron más los fusiles que había frente a él y cayó rondando herido de muerte al primer disparo. Desde el suelo intentó de nuevo repeler la agresión, pero la lluvia de balas dio fin a su vida, hiriendo a otros dos».
Así describió aquella sublevación el periódico Pueblo y lo recogió el periodista Vicente Ruiz de Mencía en La Voz de Castilla, el mismo que dio a conocer días antes la trágica noticia, junto a la información que aseguraba que los restos del soldado se encontraban en Argelia. El suceso apareció en todos los periódicos pero conmocionó de forma especial a la provincia de Burgos. Ángel Moral Moral tenía 21 años y era natural de Quintanilla del Agua.
Quienes relataron aquellos hechos con pelos y señales fueron los dos soldados nativos que resultaron heridos durante el ataque y posterior secuestro de la patrulla de Moral, perpetrado por sus propios compañeros saharauis. «Lo han contado después de ser liberados, de recorrer 150 kilómetros de desierto, para orgullo de su familia y de todos. Murió con las armas en las manos, luchando contra toda esperanza, sabiendo que por el solo hecho de iniciar combate iba a encontrar la muerte», narra la crónica de la época.
Se da la circunstancia de que esta patrulla partió en busca de una primera unidad militar que salió días antes de la ciudad de Smara, fronteriza con Argelia. La misión de estas tropas nómadas era reconocer el desierto y duraba varios días. Siete en concreto. Pero al cabo de ese tiempo nada se supo de su suerte. Empezaron las preguntas. Se acrecentaban los temores. La situación era convulsa. Las acciones del movimiento de liberación del Sahara español se sucedían y el conflicto estaba latente. La preocupación era más que fundada. Y por ello los mandos militares enviaron una segunda patrulla, llamada Domingo.
María Moral Moral y su marido, Miguel Ángel, estaban en su casa madrileña viendo el telediario. Era la hora de comer. Y lo que escucharon se les atragantó para siempre. «Dos patrullas de tropas nómadas han sido secuestradas en el Sahara. Ha muerto el soldado Ángel Moral Moral», recuerda su hermana. En aquel momento y ante la falta de detalles y de información, el matrimonio salió rumbo a Quintanilla del Agua. Antes pararon en el cuartel de la Guardia Civil de Lerma, en Capitanía General de Burgos... Pero nadie les decía nada hasta que recalaron en la sede de La Voz de Castilla y los temores se confirmaron. Un día más tarde llegó a la casa familiar un escueto telegrama con el siguiente mensaje: «Su hijo ha sido muerto en combate».
Conocida la trágica noticia, la siguiente pregunta era obvia, ¿dónde está el cuerpo? Comenzó entonces un ir y venir de visitas a organismos oficiales y castrenses. María llegó incluso a entrevistarse con los soldados heridos que fueron trasladados al hospital Gómez Ulla. Pero el desasosiego y la incertidumbre llegaron a su fin a través de la Media Luna Roja. Ángel estaba enterrado en Tindouf (Argelia). El día 23 de octubre sus restos llegaron a Quintanilla del Agua, donde reposan bajo el epitafio Murió heroicamente.