Se hacía un circulo con barro en el suelo, y con un palo afilado se tiraba a incarlo en el suelo.
El siguiente que tiraba, debía derribar en palo del contrario. Si lo hacía, el palo derribado se arrojaba lejos, y mientras su propietario iba a buscarlo, debía clavarse el inque tantas veces como se dijese.
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